Las estrellas de la Virgen

De sobra es conocido que la talla original de la patrona de Zaragoza no procesiona y no ha abandonado nunca el Pilar. Ni siquiera durante las obras de construcción de la Catedral-Basílica barroca. Sólo se tiene constancia de este hecho durante el proceso de restauración de la Virgen, cuando la imagen dejó su ubicación sobre la columna, pues el Cabildo accedió de forma extraordinaria a que la talla se retirara del camarín únicamente por las noches, durante las horas en las que el templo permaneciera cerrado, para ser trasladada a una de las dependencias de la Catedral-Basílica y poder practicarle las labores de conservación-restauración pertinentes. Por este motivo es imposible imaginar a la Virgen del Pilar fuera de su camarín y separada de las características estrellas que bañan de luz y esplendor su presencia. Una estampa que tenemos tan asimilada todos los devotos de la Santísima Virgen.

Concebido como el trono celestial de la Madre de Dios en la tierra aragonesa, la habitación de la Virgen es todo un marco teatral que reproduce la noche de la Venida de María a Zaragoza mediante un fondo abovedado salpicado de estrellas. Está ideado para realzar el conjunto sacro de la columna y a la imagen, creando una atmósfera mágica y singular en torno a la Virgen que es muy reconocible para el espectador, pues como decíamos más arriba, quién no conoce las estrellas del Pilar tantas veces representadas en estampas, grabados, fotos o incluso en el envoltorio de los famosos adoquines de caramelo.


Antiguo fondo del camarín con las estrellas de plomo y cristal 

Pero lo cierto es que la cámara de la Virgen y sus estrellas no siempre han tenido el aspecto que hoy conocemos. De hecho, desde la mitad del siglo pasado se han ido realizando variaciones. En Octubre de 1949 ya se anuncia en prensa que el Cabildo Metropolitano tiene la intención de acometer una auténtica reforma en el camarín del Pilar. En la noticia se describe de forma breve que el fondo sería sustituido por uno nuevo de mármol verde y las estrellas de cristal se cambiarían por otras realizadas en materiales nobles. Y es que por aquellos tiempos se tenía en mente realizar un nuevo camarín con motivo del Congreso Mariano Nacional de 1954, que se iba a celebrar en Zaragoza durante las fiestas del Pilar, del 7 al 11 de octubre, con asistencia de la totalidad de los obispos. 

La idea era respetar las proporciones y la estructura del anterior habitáculo pero sustituyendo los elementos constructivos por otros de mayor valor y categoría material, artística e incluso sentimental. Hasta entonces el camarín había presentado un fondo de papel recubierto de cristal tachonado por completo de numerosas estrellas de ocho puntas, realizadas todas ellas en plomo y cristal, y distribuidas en forma reticular alternando diferentes tamaños. Estas estrellas originales datan de 1754.


Durante las obras de enriquecimiento del camarín no se suspendió el culto a la Santísima Virgen, dejando aquellos
 días estampas tan curiosas e insólitas como ésta

Al final la anhelada transformación pudo llevarse a cabo gracias a los fondos del tesoro del Pilar. Determinar con exactitud el momento en el que comenzaron las ofrendas dirigidas a la Virgen es una tarea compleja, pues no se conocen documentos oficiales sobre las primeras donaciones, pero se presupone que su origen está ligado al del propio culto Pilarista. Por ejemplo, en el siglo XV el presbiterio de la Santa Capilla estaba separado por una reja de hierro dorado situada a unos tres metros y medio de la cabecera, y los fieles al no tener acceso a su interior adoptaron el hábito de colgar exvotos en ella. Lo cierto es que la tradición de ofrendar objetos a la Virgen se trata de una antiquísima costumbre que ha llegado a nuestros días y que se mantiene muy viva a pesar de los tiempos que corren.

La Catedral-Basílica recibe todo lo que se quiera regalar y a los donantes se les explica cuáles son las reglas establecidas en materia de ofrendas. En este caso la utilidad es el principio a seguir. Todo aquello que se pueda usar para el culto de la Virgen no se duda en emplearlo. Esta práctica implica la posibilidad de tener que transformar el estado original en el que llega la ofrenda, si es conveniente para su utilidad. 

Así es como ocurrió en la reforma del camarín. Para obtener el oro con el que se iban a realizar las nuevas estrellas se partió de la fundición del preciado metal de algunas de las joyas que habían sido donadas a la Virgen. Otras, sin embargo, fueron reservadas para enriquecer y adornar las estrellas. Las incrustaciones de las joyas fueron el resultado de mantener las piedras de cada una de las alhajas, de tal forma que de cerca pueden diferenciarse sobre las estrellas pendientes, sortijas, broches o colgantes.


Instantánea actual de la Virgen del Pilar entre sus estrellas

De esta manera las modestas estrellas que tenía la imagen a su alrededor se transformaron en excepcionales piezas de oro macizo de ocho puntas ornamentadas con esmeraldas, brillantes, zafiros, rubíes, amatistas, turquesas, topacios, perlas, corales y brillantes rosas de primerísima calidad. En un principio se realizaron 77 estrellas vistas (sin contar las que asoman tras el doselete de plata que cubre la imagen) dispuestas en forma reticular. Más adelante se hizo una reordenación de las mismas pasando a ser 72, tal y como ha quedado en la actualidad. Estas estrellas confeccionadas con fondos del tesoro de la Virgen poseen un valor añadido, y es que cada una tiene un diseño especial y único, es decir, no existen dos iguales. 

Además estas particulares joyas guardan en su origen una historia diferente tras ellas, bien de agradecimiento, súplica, o de recuerdo, que nos habla del sincero amor que el pueblo español ha manifestado a la Santísima Virgen del Pilar durante siglos desde su Venida en carne mortal.