La venerable imagen de la Virgen del Pilar es una talla de bulto redondo de marcado estilo gótico, realizada en una sola pieza de madera y fechada en la primera mitad del siglo XV.
La primera escultura de la Virgen del Pilar fue destruida en el
incendio de 1434-1435, que dejó en cenizas según atestiguan los documentos, el
retablo que existía en la Capilla.
La imagen de la Virgen del Pilar que se conserva en la
actualidad es una efigie de pequeña estatura (36 cm), tallada en madera, monoxila (de una sola pieza de madera), de bulto redondo y de estética acorde con los cánones de las más
afamadas escuelas europeas del momento, siendo un digno ejemplar de la mejor
escultura gótica tardía europea. Data de la primera mitad del siglo XV, hacia 1435, y está atribuida a la
factura del imaginero aragonés Juan de la Huerta, según las conclusiones
de los estudios de María del Carmen Lacarra.
Representa a la Virgen María como Reina y Madre, tocada con corona real
y vestida con regio traje gótico de gran modestia, abotonado desde la cintura
hasta el cuello alto. Es una larga vestidura que se ajusta a la cintura mediante un
ceñidor con hebilla. Por debajo del vestido asoma discretamente el final
puntiagudo de las calzas de sus pies, el derecho más visible que el izquierdo, que tiene algo retraído. Un gran manto le sirve a la vez de capa y tocado, sobre el
cual luce la sencilla corona. El manto envuelve casi por completo su figura dejando ver
parte de su cabello, peinado delicadamente en ondas. Con la mano derecha recoge
un amplio pliegue de su manto que, extendido desde el costado izquierdo
de la Virgen, cubre todo su abdomen en un primer plegamiento; con otro interior cubre la parte
alta de su pierna derecha y casi toda la izquierda.
La figura del Niño que es contemplado con cariño por su Madre, descansa sentado
sobre la mano izquierda de la Virgen y lo sujeta con su brazo, mientras Ella nivela su peso dejando caer la cadera hacia el lado contrario (la llamada cadera materna)
dándole un grácil y femenino movimiento a la Madre. El niño figura desnudo en posición casi frontal algo
girado a su derecha, con las piernas cruzadas teniendo el talón izquierdo sobre la
pierna derecha. Con su mano izquierda sujeta el cuerpo de un pájaro (símbolo de
la divinidad o del alma humana) por debajo de las alas. La cabeza del animal apunta con su pico al cinturón de la Virgen. El brazo derecho del niño está extendido cruzando
el pecho de su Madre para asir el borde de su manto.
El rostro de la Virgen del Pilar está dotado de gran ternura y delicadeza,
mientras que la fisionomía del niño está tan deteriorada que apenas
puede distinguirse. Según las apreciaciones de Lacarra, posiblemente se deba a
una desafortunada restauración.
Niño Jesús de la Imagen original de Nuestra Señora del Pilar |
Rostro de la Imagen original de Nuestra Señora del Pilar |
Los fragmentos visibles tanto del cuerpo de María (rostro, cabello y manos) como del Niño estuvieron originalmente policromados con entonación naturalista, debido al hallazgo de pigmentos en estas partes. De la misma forma los ropajes debieron estar en su día dorados y estofados reproduciendo suntuosos dibujos.
Existen corrientes históricas que piensan que esta hermosa imagen fue una
donación de Dalmacio de Mur, según órdenes de la reina Blanca de
Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una
enfermedad que aquejó a la reina por entonces.
En 1990, por iniciativa del Cabildo Metropolitano de Zaragoza, la imagen fue restaurada por el Instituto de Patrimonio Histórico Español.
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