CORONAS

La Virgen del Pilar se encuentra entre las once primeras devociones marianas españolas en ser Coronadas Canónicamente. Previamente, imágenes como la aragonesa Virgen de Veruela, Montserrat de Cataluña, o la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, ya habían recibido tal distinción.


En primer lugar aclararemos que la Virgen del Pilar se adorna con corona sobre la cabeza de la escultura, y resplandor o ráfaga que recoge el conjunto, rodeando la imagen y la corona. Ambas piezas son independientes pudiéndose combinar cualquier corona con los dos resplandores o ráfagas que tiene la Virgen. Incluso en festividades señaladas luce únicamente corona suprimiéndose el resplandor.


En cuanto a las coronas, actualmente el tesoro de la Catedral-Basílica del Pilar dispone de diez coronas para adornar la imagen de la Virgen, aunque son sólo dos las que suele alternar a diario.



Colección de coronas de Nuestra Señora del Pilar en el
Tesoro de la Virgen. Basílica-Catedral del Pilar.


En el estudio sobre la joyería del Pilar realizado por el profesor D. José Manuel Cruz Valdovinos para el libro El Pilar de Zaragoza,  se informa:

 <<“..también se datan en la segunda mitad del siglo XVI algunas coronas de la Virgen del Pilar y del Niño. Las coronas son piezas que realizaron tanto los plateros de oro como los de plata. De las hechas por estos apenas se conocen algunas del siglo XVI, aunque sí muchas posteriores; en cambio, son excepcionales las que se han conservado de cualquier época labradas por plateros de oro, pues incluso algunas de oro fueron hechas por plateros de plata según tipología, estilo y técnica empleadas en la plata. De ahí que el conjunto del Pilar tenga una importancia muy grande”>>.

Siguiendo este estudio podemos catalogar estas piezas en coronas de la época clásica de la joyería española, coronas realizadas en el periodo barroco y coronas fechadas en los siglos XIX y siguientes.


Coronas de la época clásica.


- Corona de plata de la Virgen de 6 cm. de altura y 6 cm. de diámetro; con halo 17 cm. de altura y 25 de anchura. Junto a su extraordinaria calidad se une una inscripción que permite conocer la fecha de su realización. En el interior del aro se lee (FE / Alº DE RI / 1583), y en el mismo aro, por el reverso, lleva un escudo superpuesto estrellado en color azul con tres estrellas de seis puntas y sobre el todo terciado una barra y partido. El halo es posterior, del siglo XX, aunque el aderezo de rubíes y esmeraldas del centro sobre esmalte blanco, parece aprovechado de la época inicial de la corona.

- De esta época son tres las coronas de plata del Niño

La primera de 3’6 x 4’2 cm, parece ser la más antigua que posee, de mediados del siglo XVI. 

La segunda de 2’3 x 3’5 cm, data de finales del mismo siglo XVI. 

La tercera de 3 x 3’5 cm, puede ser de la misma época pero su estructura dificulta su catalogación. 


Coronas de la época barroca.


- Corona de oro de la Virgen de 16 cm. de altura, 16 cm. de anchura y 6 cm. de diámetro de base. Se trata de una corona de magnífica calidad.  En el interior del aro de la base se lee (TOMAZ AUMADA / POR TO NA RO 1645 / M y A, y N y A). Es posible que la segunda línea deba leerse “protonotario”. (En un catálogo manuscrito de finales del siglo XVIII afirma que era “Racionero”). La corona es de similar modelo que las de plata, aunque realizada en oro con perlas, esmeraldas y topacios engarzados. Es posible que se trate de una obra realizada en Zaragoza ateniéndonos a la forma de perfilar el aro y el halo con hilos de perlas, que es característica de la orfebrería zaragozana  de la época.

- Corona de oro de la Virgen con ráfaga de 20 cm. de altura, 21 cm. de anchura y canasto de 10 cm. de altura y 6 cm. de diámetro el aro. Es una joya del siglo XVII, aunque de distinta morfología que la anterior. La ráfaga se compone por una hilera de rayos flameados que acaban en estrella y se unen en su parte inferior por una tracería calada. Está esmaltada en rojo en los rayos, y adornada   con engarces de perlas que delimitan los segmentos, rubíes y esmeraldas.

- Corona de oro de la Virgen. Se trata de la corona que  luce la Virgen con mayor frecuencia en su camarín. Es una pieza realizada en oro de 22 quilates, compuesta de quince rayos bellamente trabajados y esmaltados en rojo, verde, azul y blanco, y rematados cada uno por tres perlas preciosas. El canasto de la corona también se encuentra cuajado de cientos de perlas de primera calidad. La ráfaga se adorna en el medio con una estrella de seis piedras de color verde montadas al tope, donada por el Excmo. Sr. Conde de Peralada. 




Coronas de los siglos XIX y siguientes.


- Corona de oro de la Virgen con esmeraldas y halo con relieves de cabezas de ángeles en plata y rosetones de rosas del mimo metal. En un aro del reverso que ajusta los rayos lleva escrita la dedicatoria (En prueba de su constante devoción a Nª. Sª. del Pilar en su santo Templo de Zaragoza le consagran esta corona y otra para el Niño 1850. D. Indalecio Latorre y de Pedro y Dª. María Ana Melgarejo Sánchez de Madrid de la Torre. Marqueses de Casa Madrid).
Hay dos coronas de oro enriquecidas con las joyas de la familia. Una de ellas donada por Dª. Luisa Figueras de Velasco en 1955. Esta corona también es muy utilizada para adornar la Virgen a diario.




- Corona de brillantes de la Virgen. Realizada en brillantes montados al aire, de extraordinaria calidad por su trabajo de joyería.





- Corona de la Coronación Canónica. Es la presea que se regaló a la Virgen del Pilar el 20 de mayo de 1905, coincidiendo con la peregrinación nacional organizada como respuesta al Jubileo Mariano promovido por el S.S. el Papa Pío X para conmemorar el L aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María. La luce la Virgen los días 1 y 2 de Enero para la fiesta de la Venida de María a Zaragoza, el 12 de Octubre más los siete días sucesivos al día del Pilar, y el 8 de Diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción.





Atendiendo el deseo de S.S. Pío X de realizar devotas peregrinaciones a los santuarios marianos para venerar a Nuestra Señora en el misterio de su Purísima Concepción, la Asociación de Mujeres Católicas de Madrid, animada por la Condesa de Gondomar y apoyada por el Obispo de Madrid, tomó la decisión de organizar una peregrinación a la Basílica-Catedral del Pilar de Zaragoza, y allí celebrar la merecida Coronación Canónica de la imagen de la Virgen, porque decían que no podían ir a visitar a la Madre con las manos vacías. Pretendían que esta corona fuera el regalo de todas las madres a la Madre y de las señoras a la gran Señora,  propuesta que fue aceptada gustosamente por las asociaciones y diócesis españolas.

La respuesta fue tan grande que los obispos españoles se vieron en la necesidad de solicitar a la Santa Sede que las gracias jubilares, concedidas para el año 1904, se ampliasen un año más en nuestro país para disponer de tiempo suficiente para organizar la gran peregrinación nacional al Pilar; a lo que el Papa accedió.

Los afamados artistas plateros de Madrid de la Joyería Ansorena fueron los encargados de realizar las coronas de la Virgen y el Niño, y la ráfaga de oro y joyas que las enmarca. Para su elaboración emplearon las cuantiosísimas ofrendas que las familias de todo el terriorio español regalaron a la Virgen,  especialmente objetos personales. Se tardaron cuarenta y cuatro días, trabajando expresamente en tal encargo treinta y tres artesanos.

El presbítero D. Antonio Magaña Soria en su Crónica de la Coronación de la Virgen, describe las coronas de la siguiente forma:

“Las coronas de la Virgen y del Niño solamente se diferencian en el tamaño, viniendo a ser ésta una miniatura de la primera.

Su estilo en gótico florido. El friso lo componen dos cintas de brillantes que sostienen entre sí una caprichosa cenefa formada por ricas esmeraldas, zafiros y rubíes entretejidos con finísimas perlas. La diadema que descansa sobre el friso constituye un entrelazado curvilíneo que termina en ocho puntas formando otros tantos círculos en su parte inferior que semejan floroncitos en donde destacan admirablemente dispuestos rubíes y topacios adornados con perlas y brillantes. La faja que dibuja el entrelazado es toda de brillantes y las puntas sostienen perlas de gran tamaño. De la diadema arrancan cuatro cimeras, que tienen la forma de ese invertida poco pronunciada y están cuajadas de perlas y brillantes. Estas cuatro cimeras se juntan formando cruz y en el vértice de unión, descansa el globo que es un hermoso y magnífico solitario donación de S. M. la Reina, y sobre este globo destaca la cruz formada de perlas y brillantes.

El nimbo que circunda la corona de la Virgen es del mismo estilo y lo constituyen tres anchas fajas adornadas con caprichosos florones de piedras de distintos colores y tamaños, combinadas con verdadero gusto. A estas tres fajas va unida como remate una aureola de óvalos puntiagudos que terminan en finísimas agujas formando una crestería muy delicada toda ella compuesta de chispas de brillantes y el fondo de los óvalos de multitud de topacios y amatistas. Los remates de las agujas sostienen variadísimas perlas.

El resplandor que sirve como fondo de la corona de la Virgen es también una obra magnífica. Unidos por dos fajas circulares convenientemente separadas, en donde están incrustadas formando flores y caprichosos óvalos variedad de topacios, amatistas y zafiros de gran tamaño adornados con brillantes y perlas, salen veintinueve hacecillos de rayos convergentes, unos más largos que otros, sistemáticamente colocados y cortando la monotonía de sus aristas, llevan sobrepuestos grupitos de piedras y algunas joyas antiguas de inapreciable valor. En la parte central superior, destaca un hermoso florón, que lo componen una cinta de brillantes en forma de lira, en cuyo centro está encerrado un grueso topacio esférico. Todos los rayos son de oro adquirido con los objetos y joyas que habían sobrado de la corona”.

Las coronas fueron bendecidas por Su Santidad en la Capilla Sixtina el 29 de abril de 1905. Quedó tan embelesado al contemplar la belleza de estas joyas que afirmó a los allí presentes: 

“España es verdaderamente grande en la fe y devoción a María. Con esta corona ha dejado pequeño a todo el mundo católico”.

Finalmente, el 20 de Mayo del mismo año, se celebró la solemne ceremonia de Coronación Canónica presidida por el Arzobispo de Zaragoza, el Excmo. y Rvdmo. D. Juan Soldevila y Romero. 


Coronación Canónica de Nuestra Señora del Pilar en la
mañana del 20 de Mayo de 1905

- Corona de la Virgen. Es la última corona de la colección, ofrecida el 21 de noviembre de 2002 por las Damas de la Corte de Honor de Ntra. Sra. del Pilar, con motivo del centenario de su fundación. Fue costeada por las aportaciones voluntarias de sus asociadas y realizada por la Casa Ansorena de Madrid.


En la relación de joyas presentadas el 3 de abril de 1809 al mariscal Lannes hecha por el Capellán de la Virgen, D. Pascual Herranz, figuran también otras dos coronas de la Virgen del Pilar de las que en la actualidad se desconoce su ubicación. Un catálogo manuscrito de final de siglo XVIII, conservado en la Biblioteca del Palacio Real, las describe.


- Corona de oro de la Virgen. Regalo de Don Juan Sáenz de Buruaga, Arzobispo de Zaragoza. Era de oro, y los Imperiales estaban cubiertos de diamantes y finísimos rubíes. El canasto estaba cuajado de preciosos brillantes, doce atributos de las letanías de la Virgen: La Nave, la paloma, el pozo, la fuente, el castillo, la luna, el sol, la estrella, la torre, la rosa, el lirio y el cedro. En la parte superior, y en medio de los atributos llevaba un triángulo de brillantes, y de su centro una palomita con las alas tendidas cuyo cuerpo estaba entero cubierto de brillantes.

La ráfaga de la corona constaba de doce rayos con doce estrellas de brillantes que llevaban en su centro doce topacios preciosos, y uno del grueso en el centro de la corona sobre todos los Imperiales, puesto en un cerco de oro, llevando por remate esta corona un pectoral de topacios.

- Corona de oro de la Virgen. Fue encargada por el Arzobispo de Zaragoza D. Juan Sáenz de Buruaga y se presentó después de su muerte en el año 1780. Estaba realizada en oro y guarnecida de diamantes y rubíes. Remataba la corona una cruz que tenía en su pie un círculo de oro con un diamante tostado.